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950. IMPORTANTE ARCHIVO DEL MARQUESADO DE VALBUENA DEL DUERO CON ABUNDANTE DOCUMENTACIÓN DESDE EL SIGLO XVI HASTA EL SIGLO XIX, INCLUYENDO LA CONCESIÓN DEL TÍTULO NOBILIARIO POR EL REY CARLOS II DECORADO POR EL PINTOR MATÍAS DE TORRES


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IMPORTANTE ARCHIVO DEL MARQUESADO DE VALBUENA DEL DUERO CON ABUNDANTE DOCUMENTACIÓN DESDE EL SIGLO XVI HASTA EL SIGLO XIX, INCLUYENDO LA CONCESIÓN DEL TÍTULO NOBILIARIO POR EL REY CARLOS II DECORADO POR EL PINTOR MATÍAS DE TORRES


Este lote reúne un importante conjunto documental procedente del archivo del marquesado de Valbuena de Duero, integrado por una muy abundante documentación de larga continuidad cronológica, cuyo arco se extiende desde el siglo XVI hasta el XIX.
La mayoría del archivo se encuentra sin estudiar a fondo, por lo que constituye una fuente documental inédita de gran valor histórico. Se trata de numerosos legajos, documentos encuadernados en formato libro y carpetas con miles de documentos que van documentado y registrando la vida, las posesiones, los intereses, relaciones personales, las diferentes actividades económicas, financieras, políticas, militares, así como las aspiraciones sociales no solo de los sucesivos marqueses de Valbuena de Duero desde la concesión del título a finales del siglo XVII, sino de la propia familia, sus ascendientes y sus ramas colaterales, tanto en el siglo XVI como posteriormente hasta el XIX. Aunque como decimos se trata de una documentación fundamentalmente inédita, son muy abundantes las referencias a cuestiones administrativas, económicas, comerciales, agrícolas, jurídico-legales y de funcionamiento de la familia de todo tipo, tales como fundaciones de mayorazgos, escrituras de compraventa de tierras, viñedos, fincas, solares, casas (incluyendo algunos dibujos de plantas, alzados y fachada) y censos, así como relaciones de rentas, cuentas, ingresos y pagos. También inventarios, relaciones de bienes, posesiones y tasaciones de estos, fundaciones de capellanías y encargos de obras de arte, testamentos, particiones de bienes y litigios. Se localizan también numerosas cartas personales y correspondencia familiar y oficial, así como documentación sobre nombramientos militares y honoríficos, informaciones genealógicas y nobiliarias.
De entre los miles de documentos, que merecerían una investigación detallada y a fondo, podemos destacar algunos especialmente relevantes por su trascendencia, curiosidad o importancia histórico-artística:
- Por ejemplo, varias fundaciones de mayorazgos, inventarios, estados de las rentas y particiones de bienes de los sucesivos marqueses de Valbuena de Duero de los siglos XVIII-XIX. Así como nombramientos militares y concesiones de títulos reales.
- Diferentes documentos legales y escrituras de Gregorio de la Rosa Ibáñez, marqués de Valbuena de Duero, del primer tercio del siglo XIX, sobre la venta de terrenos, casas y rentas en la “Vega llamada de Sicilia y Carrascal, en función de la villa de Peñafiel, a la orilla del rio Duero de unas 460 obradas de tierras labrantía que se halla amojonada”. Es decir, se trata de los terrenos donde actualmente se encuentran las plantaciones de viñedos de Vega Sicilia. Junto a ello se incluye una curiosa relación fin fechar de los abundantes gastos en telas, trajes y vestidos.
- Varios interesantes documentos manuscritos de principios del siglo XIX que contienen una serie de reglas y observaciones prácticas a tener en cuenta para formar y conservar una viña o parral completo, a modo de indicaciones prácticas para comprobar la idoneidad del éxito y extraer el máximo rendimiento de una explotación vitivinícola. Junto a ello figuran una extensa relación de datos estadísticos con información sobre la riqueza de España en 1817 en relación con la agricultura, comercio e industria.
- Documentos relacionaos con cuestiones de guerra en cuanto a aprovisionamiento y necesidades de armas, artillerías, repuestos, municiones, cañones, etc, en la zona de Ciudad Rodrigo, Zamora y Puebla de Sanabria, de hacia 1766.
-  Documentación sobre la Concesión en 1884 de los derechos de explotación de las Aguas minerales de Solares, solar de procedencia originaria familiar.
Sin embargo, desde el punto de vista artístico lo más destacado sin duda es que entre toda esta abundantísima documentación se conserva en perfecto estado la copia lujosa personal del despacho de concesión del título nobiliario de marqués de Valbuena de Duero, otorgado por el rey Carlos II en 1693. Se trata de un documento manuscrito sobre pergamino que contiene una profusa decoración de elevada calidad en todos sus folios a base de aguadas de colores y dibujo a pluma de tinta parda, realizado todo ello con gran maestría y del que hemos podido identificar al autor como más adelante se detallará.
A partir de mediados del siglo XVII durante la última parte del reinado de Felipe IV se constata un progresivo descenso en el número pleitos de hidalguía, así como, obviamente, en el de la expedición de ejecutorias favorables que, consecuentemente, también decrecen en la calidad general de la factura de sus iluminaciones o miniaturas, tendencia que se mantendrá durante todo el reinado de Carlos II y a lo largo del XVIII.
Este hecho es directamente proporcional, sin embargo, a la demanda de nobleza titulada como medio preferente de reconocimiento, ascenso social y promoción política, dada la posibilidad que se ofreció de comprar honores. La concesión de un título nobiliario era uno de los mayores honores al que una persona y su linaje podía aspirar en la sociedad y la cultura del Antiguo Régimen, uno de cuyos principios era justamente la diferenciación social, la distinción jurídico-estamental, el privilegio y el honor.
Las vías de obtención eran a veces complejas y variadas, aunque en teoría se sustanciaba en premiar con el honor los méritos personales y los servicios prestados a la Monarquía de diferentes maneras. Una de esas vías era la compraventa de títulos por diversos procedimientos, convenientemente disfrazados de mérito. En el siglo XVII, durante los reinados de Felipe IV y Carlos II fue cada vez más en aumento el fenómeno de la venalidad de títulos como medida recaudatoria especialmente en determinadas coyunturas histórico-políticas como los conflictos bélicos o matrimonios regios; llegándose a fijar oficialmente el precio de estos. De hecho, durante el reinado de Carlos II se crearon y concedieron (muchos de ellos por vía venal) más de 400 títulos, produciéndose un proceso de inflación de honores, política que continuará durante el reinado de Felipe V.  
Considerada pues como la época de decadencia de la decoración de ejecutorias de hidalguía, no lo es, en cambio, en cuanto a la de títulos nobiliarios, grandezas de España y privilegios, que, por el contrario, alcanzan en la mayoría de las ocasiones verdaderas cotas de calidad configurándose como las tipologías más características de documentos pintados a partir de esos momentos.
La concesión de títulos nobiliarios, grandezas de España y privilegios es un acto graciable del soberano, constituye una regalía y, por tanto, son una señal inequívoca de Majestad y potestad soberana. La distribución de la gracia y la merced se encuentra en la esencia de la realeza y forma parte intrínseca del oficio de rey, como lo es la administración de la justicia y la defensa de los reinos. El fundamento jurídico depende pues de la voluntad regia y de su facultad de administrar la gracia y merced, pues solo al rey corresponde su concesión. La petición, consulta, tramitación y eventual despacho y expedición nada tiene que ver pues con los procesos de hidalguía, sino que se realizaba a través de los órganos competentes en materia de Gracia y Merced, como la Secretaría específica de la Cámara de Castilla. En este sentido, conviene recordar que las ejecutorias de hidalguía son un tipo documental que se inscribe dentro del ámbito judicial; al contrario que las concesiones de títulos nobiliarios, grandezas de España o privilegios que corresponden al ámbito de gracia y merced y cuyo cauce procedimental es, por tanto, muy diferente.
Como decimos, una buena cantidad de los nuevos títulos fueron a recaer en personas enriquecidas cuya aspiración de reconocimiento social y familiar era poseer un título nobiliario a cambio del pago por el mismo. Tal como se ha señalado, algunas coyunturas histórico-políticas determinaron un mayor ritmo de creación, venta y concesión de estas mercedes debido a las necesidades de liquidez financiera. Tal es el caso de los matrimonios regios (1679-1680; 1689) o los diferentes conflictos bélicos en los que se veía envuelta la Monarquía (guerra Luxemburgo, 1683-1684; guerra de los nueve años, 1688-1697). En dicho marco cronológico se encuadran en efecto un considerable número de títulos que hemos localizados y estudiado, así como precisamente también el inédito que nos ocupa.
Una vez verificado el hecho documental jurídico y administrativo/gracioso, satisfechos ciertos derechos de expedición, tasas e impuestos (vizcondado previo , media anata, lanzas, real capilla); y dada la importancia y el valor de esos documentos tanto desde el punto de vista legal como social, las personas beneficiarias podían encargar -a instancia de parte- la expedición de una copia certificada personal del documento en cuestión en cada caso que es la susceptible de recibir un tratamiento decorativo y más o menos lujoso. Son estos los documentos que estudiamos desde el punto de vista artístico aparte de su propio valor histórico-documental. Eran documentos muy preciados debido al enorme valor que se les concedía tanto desde el punto de vista administrativo y/o jurídico-legal como social, pues constituían uno de los elementos físicos u objetos que proyectaban y dejaban patente la posición social privilegiada, el estatus, el rango, la riqueza o el poder alcanzado por sus destinatarios y poseedores que, además, se transmitían hereditariamente.
En cualquier caso, estas copias o ejemplares de aparato eran siempre solicitados a instancias de parte, lo que significa que los gastos derivados de su expedición y posible elaboración bajo otro ropaje externo más lujoso y solemne corrían siempre a cargo del beneficiario solicitante. Su riqueza y suntuosidad -uso de pergamino; presencia o no de iluminaciones y su número, amplitud, riqueza y calidad; encuadernación lujosa, etc. - estaban en función pues de las posibilidades económicas del interesado. Se trata de piezas en las que se cuida lo mejor posible su aspecto con el uso de materiales de la mejor calidad y riqueza posible en todas sus partes, por lo que prima un tratamiento plástico y estético extrínseco con el propósito de realzar simbólicamente la importancia intrínseca del hecho jurídico documentado, así como, llegado el caso, también poder probarlo y constatarlo documentalmente de cara al futuro. En consecuencia, nos encontramos en muchas ocasiones con documentos muy llamativos y de gran espectacularidad y efectismo tanto por la calidad general como por el aparato icónico. Suele ser nota común la excelente factura y calidad material, riqueza y suntuosidad en todos los sentidos. Desde el exterior con lujosas encuadernaciones generalmente de piel con estampados de hierros, o telas ricas -sobre todo terciopelo de diferentes colores, aunque también hay damascos, brocados, rasos, sedas-  incluyendo en ocasiones apliques de plata y/o bordados e incluso esmaltes e incrustaciones de pedrería; hasta el interior con uso de pergamino como soporte, letra cuidada en su caligrafía y, por supuesto, la decoración pintada que contienen como elemento visual más atractivo, con representaciones heráldicas, retratos, diversas advocaciones religiosas, letras capitales, etc. Se convierten pues en verdaderos documentos-objeto joya.
Como asumían dicho coste, también por ello podían elegir tanto el tipo de encuadernación o decoración exterior como interior de que les quisiesen dotar dependiendo como decimos de su capacidad económica. Se trataba desde luego de trabajos costosos, lo que determina una enorme variedad de situaciones y casuística al respecto, desde documentos muy llamativos por su riqueza y calidad material como decimos, a otros de carácter más humilde y discreto.   
Tal como se indicaba más arriba, los despachos de títulos nobiliarios, grandezas de España y privilegios se configuran durante el reinado de Carlos II como las tipologías más características de documentos pintados, alcanzado en la mayoría de las ocasiones una gran belleza y calidad de ejecución. El considerable número de ejemplares localizados y su estudio permite desterrar, entre otras cosas, el mito que se ha venido manteniendo en la historiografía de la supuesta decadencia de la decoración de este tipo de documentos a partir del reinado de Carlos II. El inédito documento que se estudia se inscribe precisamente en estos presupuestos y constituye un excelente ejemplo de lo que venimos comentando, contribuyendo a aumentar el ya de por si considerable corpus que hemos podido ir identificando y localizando en diversos archivos, bibliotecas y colecciones. Además, todos ellos responden de manera muy clara a unas mismas características conceptuales, estéticas, estilísticas, tipológicas y técnicas. Los modelos, repertorios decorativos y elementos iconográficos son comunes (como las figuras de las orlas o los retratos de Carlos II), de modo que me ha sido posible identificar a su autor gracias a la identificación de varios dibujos preparatorios y grabados. Se trata del destacado pintor de la escuela madrileña Matías de Torres (1635-1711) y su círculo, con el que he podido vincular por el momento una treintena de documentos de este tipo, todos ellos comprendidos como decimos en el arco cronológico de los últimos veinte años del siglo XVII y muy principios del XVIII, coincidiendo pues con su época de mayor actividad en la corte.
El título de marqués de Valbuena de Duero había sido solicitado por Antonio Ibáñez de la Riva, arzobispo de Zaragoza y presidente del Consejo de Castilla en diciembre de 1692 y obtenido por real decreto de gracia el 13 de dicho mes, justo en el mismo momento que pedía licencia a Carlos II para retirarse a descansar de sus ocupaciones y para atender mejor su archidiócesis (AHN, CONSEJOS,L.2752,A.1692,N.65). En realidad, no solicitaba la merced para si mismo, sino para su sobrino (hijo de su hermano mayor) Antonio Ibáñez de la Riva Herrera, que Carlos II tuvo a bien conceder en compensación al arzobispo por el “particular agrado del amor y celo con que me ha servido en este puesto”, mediante real despacho de 13 de septiembre de 1693 (AHN, CONSEJOS,8975,A.1693,Exp.79). Tras la frase estereotipada y según se desprende de la documentación, el servicio también incluyó la renuncia y entrega del sueldo y gajes que le correspondían al arzobispo por el empleo como Virrey y Capitán general del reino de Aragón durante un trienio a la Real Hacienda (18000 escudos); a lo que se unió la formación de milicias en una suerte de “pago en especie”.
La tramitación del despacho implicaba que la persona agraciada debía satisfacer, además del pago estipulado por el propio título en el caso de los comprados, también una serie de gravámenes y derechos de expedición (vizcondado previo, media annata, Real Capilla, lanzas). La falta de liquidez por parte de algunos ennoblecidos para hacer frente a estos importantes gastos llegó a retrasar en algunos casos la expedición de los títulos nobiliarios, de modo que, aún concedida la merced, esta no se consideraba oficial y efectiva hasta que no se sacase el correspondiente despacho.
En cualquier caso, se trata justamente de un muy notable documento que presenta todos sus folios profusamente decorados con una elevada calidad. El despacho se abre con el omnipresente escudo de armas familiar timbrado de la corona propia de la dignidad marquesal y con la cruz de Calatrava acolada. Le sigue el folio que abre la intitulación y que contiene un destacado retrato del monarca. En este caso la efigie regia, de tres cuartos, viste traje negro propio de la etiqueta cortesana y luce el toisón de Oro y espada, con un cortinaje rojo de fondo. Está enmarcado en una compleja y ornamental cartela o tarja configurada a base de roleos y elementos vegetales. Es un modelo iconográfico y compositivo de retrato muy similar al que figura en otros tantos documentos de esa época como el título de marqués de la villa de Algarinejo (1689); un privilegio a la ciudad de Sevilla (1696); o los títulos de marqués de Piedra Blanca de Guana (1697), marqués de la Paranza (1698), marqués de Villasinda (1700). Acompañan al rey las representaciones mitológicas de Júpiter con el águila y los rayos; y Hércules caracterizado con sus atributos principales: vestido con la piel de león, portando la clava y pisoteando la Hidra vencida. Idénticas representaciones aparecen dibujadas a pluma y a escala más reducida como decoración de las orlas de uno de los folios del título de marqués de San Lorenzo de Valleumbroso (1687), constituyendo los dos únicos ejemplares que conozco en los que se incorporan dichas figuras. Estos dos primeros folios están ejecutados a base de aguadas de colores aplicadas con gran maestría, consiguiendo unos efectos cromáticos de gran riqueza y suntuosidad.
Precisamente uno de los rasgos generales que comparte esta tipología documental es la destacada y significativa presencia de impactantes retratos del rey al comienzo del documento como fuente de la gracia que les ha sido concedida, acompañado de alegorías de virtudes religiosas o relacionadas con el buen gobierno y de diversas imágenes sagradas o mitológicas de especial relevancia y significación. De hecho, el retrato regio se configura como el elemento decorativo principal. Además, algunos de ellos ofrecen interesantes, ricas y novedosas iconografías regias que no son habituales o no las encontramos en otro tipo de soportes. De este modo, la notable presencia de la imagen del rey en este tipo de documentos constituye un elemento esencial de especial significación y relevancia, no sólo desde el punto de vista icónico, visual y decorativo, sino, obviamente, también de la propia esencia y fundamento jurídico y social de los mismos. Resume y proyecta de manera gráfica-visual uno de elementos consustanciales a la soberanía y regis officium, escenificando el poder y la Majestad a través de la distribución de mercedes.
El resto de folios están decorados a base de dibujos de tinta parda sin colorear con elaboradas y vistosas orlas vegetales de gran fantasía que incluyen algunos animales y escenas de paisaje enmarcando la caja de texto. A modo de viñetas insertas en las orlas figuran las representaciones de los nueve de la fama en sus tres triadas de héroes legendarios e históricos, y cuyas alusiones míticas a los valores caballerescos son bien conocidas (Triada de héroes judíos: David, Judas Macabeo y Josué. Triada de héroes paganos: Héctor, Alejandro Magno y Julio César. Triada de héroes cristianos: Arturo rey de Inglaterra, Carlomagno y Godofredo de Bouillón). Junto a ellos, otros personajes de especial significación histórico-política como Carlos V, el Emperador Leopoldo, el rey de Polonia o el duque de Lorena. Los dibujos preparatorios para estas figuras, obra de Matías de Torres, se conservan en el Courtald Institut of Art de Londres y habían sido considerados como preparatorios para juego de naipes. En realidad, lo son para este tipo de decoraciones, constituyendo un repertorio formal e iconográfico que se repite con ligerísimas variantes y en diferentes asociaciones en un elevado número de los ejemplares localizados. Cada personaje está identificado por su nombre y están a escala 1:1. Es decir, tienen exactamente el mismo tamaño que los que figuran en los títulos.
En algunos casos, como es el que nos ocupa, se incluyen y/o alternan además otras figuras de las que no conservamos los dibujos originales, aunque si su “transcripción” en algunas imágenes que aparecen decorando los documentos. Así diversos personajes mitológicos (Júpiter, Hércules, Marte, Palas); personificaciones de los cuatro elementos (aire, tierra, fuego y agua); y alegorías del Tiempo, la Fama, la Fortuna o la Ocasión. Es el caso, por ejemplo, de los despachos de marqués de Piedra Blanca Guana; conde de Castillejo (1684); de la Grandeza de España al marqués de Mancera (1687); los títulos de marqués de San Lorenzo de Vallehubroso; marqués del Bosch Ares (1689); este de marqués de la villa de Valbuena de Duero; de un privilegio a la ciudad de Sevilla; los títulos de marqués de la Paranza y conde de Marquina, ambos de 1698; o la Grandeza de España a Guillem de Rocafull i Rocabertí, conde de Peralada (1704).
Ya Antonio Palomino, que conoció a Matías de Torres personalmente y le tuvo en alta estima señalaba que “Tuvo gran curiosidad nuestro Torres en hazer de miniatura, especialmente para Privilegios, Títulos, Executorias, y cosas semejantes. Para lo cual tuvo un hijo, llamado Don Gabriel, á quien impuso muy bien en ello, y lo executaba con primor; pero su padre le hazia siempre los dibujos, en que tenia singular gracia, y facilidad; y assi dexó hechos innumerables”.
Esta afirmación ha sido recogida por cuantos investigadores se han ocupado de la vida y obra del artista. Y en base a ello, su nombre siempre aparece mencionado en la historiografía especializada sobre la decoración de documentos de esta época junto a su hijo. Sin embargo, de ninguno de los dos se había podido identificar ninguna obra de este tipo en las que padre e hijo trabajarían conjuntamente o en colaboración. Gracias a nuestras investigaciones más recientes sobre este tema, podemos confirmarlo gracias a la identificación de estos dibujos y algún grabado, así como su uso, correspondencia o plasmación literal en las decoraciones de los despachos de numerosos títulos. Esto permite por un lado confirmar la veracidad del relato de Palomino (al menos en este caso) demostrando, una vez más, su fundamental importancia como fuente para la historia del arte español, especialmente del Siglo de Oro. Y por otro constatar la importante actividad del pintor en este campo específico, tal como nos indica el tratadista cordobés. Además de poder identificar la existencia de un obrador especializado y asignar un considerable número de obras a Matías de Torres, constituyen también un excelente compendio de las diferentes especialidades o géneros en los que destacó, alabados por Antonio Palomino, pues aúnan sus facetas como pintor religioso, decorador efímero y cultivador del pequeño formato, así como de los géneros del retrato, escenas de batallas, paisajes y perspectivas.
La confrontación entre estos y otros ejemplos, permite no solo identificar obras del artista en esta especialidad pictórica concreta, sino confirmar su nombre en la nómina de los escasos pintores del siglo XVII documentados (Francisco Pacheco, Diego Gómez, Manuel Suárez Fajardo, Felipe de Liaño, Jerónimo Rodríguez de Espinosa, Francisco de Herrera el Mozo, los hermanos Luisa y Lucas Valdés, Nicolás Antonio de la Cuadra, etc.) que se dedicaron a esta actividad; así como constatar la existencia de varios talleres con plásticas bastante bien definidas en los que este tipo de decoraciones se llevaban a cabo casi en serie a modo de “factoría de producción” para dar respuesta al considerable aumento de la demanda.
Por último, un pequeño comentario merece también la encuadernación realizada en terciopelo anaranjado y, cosa bastante poco frecuente, conserva no solo el sello real pendiente de cera, sino la cadena y la caja de plata para contenerlo y protegerlo.
 
 
Álvaro Pascual Chenel
Bibliografía básica:
Pascual Chenel, Álvaro, “La imagen de Mariana de Austria y Carlos II en documentos pintados durante la minoría de edad y la regencia. Modelos, aproximaciones, visiones y significados”, BSAA, Arte, 89, 2023, pp. 171-205.
Pascual Chenel, Álvaro, “Documentos pintados del reinado de Carlos II en el Archivo Histórico de la Nobleza”, Quiroga, 22, 2023, pp. 144-161.
Pascual Chenel, Álvaro “Lujo, poder y una nueva magnificencia. La decoración del privilegio de Diego de Barrios de la Rosa y Soto y su relación con otros documentos pintados del reinado de Carlos II”, Tiempos Modernos, 46, 2023, pp. 142-160.
Pascual Chenel, Álvaro, “La iluminación de ejecutorias de hidalguía durante el reinado de Carlos II. Modelos, tipologías y obradores: Valladolid”, en Miguel Ángel Zalama, Jesús F. Pascual Molina (dirs.), Patricia Andrés González (ed.) Sub umbra alarum. Ceremonial y coleccionismo en las cortes hispánicas de la Edad Moderna, Trea, Gijón, 2024, pp. 101-118.
Pascual Chenel, Álvaro, “Lujo y ornato. Guarniciones de plata en la encuadernación textil de documentos nobiliarios españoles (siglos XVII-XVIII)”, en Pérez Sánchez Manuel, García Zapata, Ignacio José (coord.), Historias del lujo. El arte de la plata y otras artes suntuarias, Pireo Editorial-Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia, Murcia, 2024, pp. 268-285.
Pascual Chenel, Álvaro, “Imago Regis. Arte, poder, retrato y sociedad en documentos nobiliarios pintados”, en Pascual Chenel, Álvaro y María del Carmen López-Villalta (comisarios), Imago Regis. Arte y retrato en documentos pintados del Archivo de la Nobleza, cat. exp., Ministerio de Cultura-Real Asociación de Hidalgos de España, Madrid, 2025, pp. 66-119 y 149-173.
 





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