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820. FRANCISCO BARRERA (Madrid, c.1595-1658)
Sagrada Familia con San Juanito y San Egido en un interior con cesta de flores
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PINTURA ANTIGUA

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Descripción del lote


FRANCISCO BARRERA (Madrid, c.1595-1658)
Sagrada Familia con San Juanito y San Egido en un interior con cesta de flores

Óleo sobre cobre. 40 x 30 cm.
Firmado en el reverso: "Este quadro es de Franco de las Barreras" y rúbrica final.
 
Francisco Barrera fue un pintor especializado en la pintura de naturalezas muertas, como lo evidencian las obras que han llegado hasta nuestros días. Además de ser un artista emprendedor, Barrera, al igual que muchos otros artistas de Madrid, dedicó parte de su tiempo a tasar colecciones de pintura y valorar bienes. Contemporáneo de Juan Van der Hamen, desarrolló su actividad en Madrid y mantuvo contactos profesionales constantes con pintores como Francisco Collantes, Antonio Puga, Antonio Ponce y Juan de Arellano, entre otros.
 
Su actividad pictórica se centró principalmente en la década de 1620, durante la cual estableció un taller que reflejaba su intensa actividad profesional. En 1634, ocupó el cargo de hermano mayor de la Hermandad de Nuestra Señora de los Siete Dolores. En 1633, Barrera alquilaba dos tiendas en una ubicación privilegiada del centro de Madrid, que probablemente fueron importantes puntos de venta en la Corte. Entre 1636 y 1637, participó en las decoraciones pictóricas del Palacio del Buen Retiro.
Su obra más conocida es la serie de las cuatro estaciones, firmada y fechada en 1638, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. El valor del patrimonio de Barrera en el momento de su fallecimiento demuestra el éxito de su carrera artística, así como la amplia variedad de géneros que cultivó a lo largo de su vida.
 
La obra que presentamos, pintada sobre cobre, es una interesante contribución al catálogo razonado del pintor. Según el inventario post-mortem del taller de Barrera, realizado en 1658, predominaban los retratos de santos y cuadros de temática religiosa. Además, el documento menciona siete bodegones de frutas y una serie de cuadros de flores, algunos de los cuales fueron pintados sobre cobre (véase: Cherry, Peter, Arte y Naturaleza. El bodegón español en el siglo de oro. Madrid, 1999, p. 200).
 
El cobre, de delicada factura y posiblemente concebido como un cuadro devocional, nos traslada a un interior donde Barrera dispone las figuras de San José, la Virgen, el Niño Jesús y San Juanito siguiendo una composición en diagonal. A ellos se les une la presencia de San Egido, vestido de ermitaño, con su atributo característico: la flecha con la que fue herido, y a sus pies, un corzo portador de un collar con tonos dorados, adornado con un escudo central. Al fondo, se aprecia un cortinaje verde y una ventana que se abre hacia un paisaje. En primer plano, destacan la cesta de mimbre con flores sobre un tapete verde y una disposición aleatoria de otras flores dispersas sobre el regazo del Niño Jesús, y las manos de la Virgen y de San José.
 
San Egido o San Gil fue un ermitaño nacido en Atenas en el seno de una noble familia. Desde su infancia, demostró erudición en las Sagradas Escrituras. Tras la muerte de sus padres, distribuyó sus propiedades entre los pobres y se trasladó a Arles, Francia. En la desembocadura del Ródano, levantó una choza donde vivió como ermitaño durante un tiempo. Luego, en busca de mayor soledad, se retiró a un bosque cerca de Nimes. Fue en este lugar donde su soledad fue interrumpida únicamente por la presencia de una cierva que lo alimentó y lo abrigó de sus ubres. San Egido llegó a quererla tanto que estuvo dispuesto a arriesgar su vida para protegerla del acoso de unos malhechores. Según la leyenda, el rey visigodo Wamba (o según otras fuentes, el rey franco Childeberto) persiguió a la cierva, hiriendo accidentalmente al ermitaño con una flecha. Arrepentido, el rey mandó construir un monasterio benedictino para San Egido, fundando así el monasterio de Saint-Gilles-du-Gard.



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